"¿Acaso estabas pensando en la posibilidad de susurrar en voz baja a la oreja del mundo sordo que te rodea? No, amigo mío, debes gritar. Grita desde tu corazón lo que has visto y hazlo lo más fuerte que puedas." K. Wilber

miércoles, 22 de junio de 2011

Mi lección

Hoy, con tanta información disponible sobre los caminos espirituales, las enseñanzas, las técnicas, los maestros actuales y pasados, las escuelas de pensamiento y las prácticas que recomiendan, es habitual sentir confusión respecto de qué tomar de todo ello para nuestro propio crecimiento.
Es como si tuviéramos acceso a los conocimientos que van desde jardín de infantes a la universidad todos juntos, de manera instantánea. Antes de la tecnología que permite todo esto, para llegar al conocimiento universitario debíamos pasar necesariamente por los pasos previos, pero hoy ya ni eso es necesario.
Como resultado, perdemos nuestro tiempo y nos frustramos cuando no podemos entender o experimentar ciertas enseñanzas, de igual manera que un niño se frustraría si tuviera que entender un complejo concepto de física cuántica.
Creo que una buena pauta para manejarnos en esta situación es simplemente preguntarnos qué creo que es bueno para mí en este momento y hacerlo. Seguramente hay una cantidad de cosas enriquecedoras y profundas, pero que no necesariamente me sirven ahora. El bebé sin dientes come papilla. No hay dudas de que cuando tenga todos los dientes va a poder degustar otras comidas que necesitará masticar. Por eso es preciso preguntarnos si esa enseñanza o práctica nos sirve ahora, para nuestra situación actual de evolución. Y también es preciso practicarla para probar que nos sirve y que se corresponde con nuestras capacidades actuales.
Si nos guiamos por estos dos principios de correspondencia con nuestra situación presente y de aplicarlo en nuestra vida, lograremos avanzar con confianza y crecer genuinamente.

martes, 31 de mayo de 2011

La lente

Tomo mi filmadora para grabar alguna imagen. Primero filmo la frondosidad de un bosque, y noto que lo que filmé está todo borroneado. Claro, pienso, se deberá a la oscuridad del follaje tan tupido. Entonces filmo la orilla del mar, y veo que la imagen tampoco sale nítida. ¿Será demasiada luz ahora? Filmo las nubes que se destacan en el cielo azul, una calle con vehículos en movimiento, una persona leyendo en un banco… no hay caso, ninguna imagen sale buena. Entonces se me ocurre mirar la lente… ¡y veo que está engrasada, sucia! El problema estaba en la filmadora, no en lo que filmaba, ¡qué tonta, cómo no me di cuenta!
La lente es nuestra propia mente. A través de ella vemos todas las experiencias, externas e internas. Creemos que no nos gusta el resultado final por alguna falla o deficiencia de la experiencia: me engañó, la comida no estaba tan rica como la otra vez, terminó demasiado pronto, qué mal se portan, es una mala persona, qué aburrido es esto…mientras que si la mente se hace transparente al dejar de rotular todo y de juzgarlo, las cosas empiezan a manifestarse con su propia belleza inherente.
Por ejemplo, la mayoría de la gente dice: “¡Qué mal tiempo!”, cuando en realidad sólo llueve. Y si alguien alguna vez se dejó mojar por la lluvia sin ofrecer resistencia, sabrá la belleza inherente de la que hablo… me quedo con la imagen de un retiro espiritual que hice un verano... lloviendo a cántaros y todos bajo la lluvia cantando, con los pies dentro de un estanque...

jueves, 10 de marzo de 2011

Atención


Podemos decir que meditación es atención. ¿Atención a qué? A lo que se presente ante nosotros ahora, a este artículo que estás leyendo, a la forma que toma el momento presente. ¿Y qué tipo de atención es? Es una atención conciente de sí misma y no condicionada. Siempre estamos concientes de algo externo a la conciencia. Y ese objeto pasa a ocupar todo el campo de nuestra atención. Somos concientes de lo que decimos, hacemos, experimentamos, pero no de lo que somos. Nuestro ser se ha identificado y confundido con el hacer, el tener, el sufrir y el gozar. Además, nuestra atención normalmente está condicionada. Hay un experimento muy interesante que demuestra esto: unos científicos pusieron unos gatitos recién nacidos en un ambiente donde sólo había elementos horizontales, y se criaron allí hasta su maduración. Luego los sacaron y los pusieron en lugares donde había elementos verticales y los gatitos se golpeaban contra ellos porque no los detectaban. Su percepción estaba condicionada, no tenían recursos para captar esa dimensión. También nosotros estamos limitados por nuestros condicionamientos de desarrollo, culturales, etc.
Pero detrás de esa conciencia condicionada está la conciencia no condicionada, es más, es el sustrato mismo sin el cual no podrías estar leyendo estas palabras. Como el reflejo del sol no podría verse en la superficie del agua sin el sol que lo proyecta, nuestra conciencia egoica no podría ser sin la conciencia absoluta como fuente. Y eso es lo que somos, esa es nuestra esencia más profunda.
Por eso la meditación consiste en retirar la conciencia de los objetos y llevarla a su propio centro, a su raíz. Cuando algo me da placer, en vez de creer que el placer está en ese algo, simplemente veo que eso me mostró el placer que era capaz de experimentar, y lo puedo sentir, con independencia del objeto que lo suscitó.
Esta práctica de atención va deshaciendo uno a uno nuestros condicionamientos.