"¿Acaso estabas pensando en la posibilidad de susurrar en voz baja a la oreja del mundo sordo que te rodea? No, amigo mío, debes gritar. Grita desde tu corazón lo que has visto y hazlo lo más fuerte que puedas." K. Wilber

jueves, 20 de diciembre de 2012

Tan sólo aquietarnos


Meditar es tan sencillo como estar quietos por dentro. Ahora, ¿cómo logramos esa quietud? Mediante el  conjunto de ejercicios,  prácticas y actitudes que aplicamos en la meditación, hasta lograr sentir que hay una Presencia más allá de nuestros pensamientos y emociones. Una presencia sin atributos particulares, que no es joven ni vieja, ni exitosa ni un fracaso, ni hombre ni mujer: estos son sólo rótulos que nos damos o que otros nos dan y nosotros aceptamos. La Presencia es más profunda que eso. La historia de vida, nuestra situación de vida (relaciones, finanzas, trabajo, salud) todo constituye quiénes somos tan sólo al nivel de la forma, pero no es lo que somos a un nivel más profundo.  Somos Presencia consciente.

Por lo tanto hay dos dimensiones en nuestro ser: el nivel de la forma (joven, viejo, saludable, enfermo, exitoso, fracasado, rico, pobre) y el nivel de la Presencia incondicionada.

No hay que CREER en la presencia, sino experimentar que no hay nada más cierto que el hecho de que somos presencia consciente. Todo lo demás podría ser un sueño, por la forma en que cambia y se desvanece. Lo único que no cambia ni se desvanece es la conciencia que percibe los cambios y los sueños de la existencia. Y eso es lo que somos.

Sólo en esa realización nos liberamos de la dependencia del mundo de la forma, lo que es una condición terrible: construir nuestra identidad en la forma, que es inestable y nunca satisface por mucho tiempo (¡todos lo hemos comprobado!). La única verdadera fuente de satisfacción es conocernos como  Ser consciente.

Siempre habrá limitaciones e imperfecciones en la dimensión de la forma. No esperemos una perfección imposible. La perfección de la que habló Jesús “Sed pues vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es Perfecto” se refiere al Reino de los Cielos dentro de nosotros. Y así forma y no forma conviven. Y por primera vez podremos disfrutar de la forma por lo que es, sin imponer expectativas irrazonables sobre ella, cuando esperamos que las situaciones, personas y cosas duren por siempre y nos hagan felices. Por supuesto que a veces somos felices con la forma, pero no por mucho tiempo.

Así podremos disfrutar con cierto desapego, por saber que somos espaciosidad y conciencia, y desde allí podremos disfrutar de abrir un libro, de la suavidad de un objeto, de una música. Tomando de cada cosa lo que es, sin estar proyectados a la siguiente experiencia que nos dará satisfacción.

Y si pasamos por cosas dolorosas a nivel de la forma, estaremos seguramente apenados, pero al desmoronarse la forma, permitirá que la conciencia surja mostrando que siempre permanece detrás de las formas que se disuelven.  Detrás del dolor estará la paz.

El desafío es percibir la Presencia que somos cuando estamos interactuando con el mundo de las formas. Es un desafío porque la forma ejerce una gran atracción sobre nosotros y tiende a tapar la otra dimensión más profunda. Las situaciones nos atrapan, perdemos foco, y nos olvidamos del Ser que somos. El yo busca afirmar su realidad.

Y ahí es cuando las prácticas nos traen de vuelta a la conciencia de Ser.

(inspirado en las enseñanzas de Eckhart Tolle)